La infancia está llena de momentos fascinantes y etapas clave para el desarrollo. Una de las más memorables para las familias es, sin duda, la fase en la que los niños comienzan a hacer preguntas constantemente. Este artículo explora en detalle qué implica esta etapa, cómo abordarla desde un enfoque más consciente y beneficioso, y qué recursos podemos utilizar para acompañar a los más pequeños en su aprendizaje y desarrollo personal.
La etapa de las preguntas, que suele darse entre los 3 y los 6 años, se caracteriza por una explosión de curiosidad y un deseo insaciable de comprender el mundo. Los niños desarrollan su capacidad cognitiva, lingüística y social de manera acelerada, lo que los lleva a formular preguntas sobre todo lo que ven, escuchan o sienten.
Esta etapa está directamente relacionada con el desarrollo del pensamiento simbólico y lógico. Según Jean Piaget, en esta edad los niños se encuentran en la etapa preoperacional, donde comienzan a usar el lenguaje para representar ideas y conceptos. Las preguntas son una herramienta natural que utilizan para organizar la información y construir su conocimiento del entorno.
Hacer preguntas también tiene una dimensión emocional. Los niños buscan validación y conexión con los adultos. Cada pregunta es una oportunidad para fortalecer el vínculo afectivo y proporcionar un espacio seguro donde expresar sus intereses y dudas.
El cerebro de un niño en esta etapa es extremadamente plástico, y cada interacción tiene el potencial de dejar una huella duradera. Fomentar su curiosidad natural les ayudará no solo a adquirir conocimientos, sino también a desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la capacidad de resolver problemas y la autonomía.
Como padres y cuidadores, nuestra primera reacción al escuchar las preguntas de nuestros hijos suele ser proporcionar una respuesta inmediata y detallada. Lo hacemos con la mejor de las intenciones: queremos transmitirles nuestro conocimiento, evitarles frustraciones y sentirnos útiles en su aprendizaje. Sin embargo, este enfoque tiene sus limitaciones.
Según la pedagogía moderna, es más valioso para los niños aprender a encontrar las respuestas que recibirlas de manera pasiva.
En lugar de responder automáticamente, podemos optar por un enfoque que fomente la curiosidad y el pensamiento crítico. Estas son algunas estrategias recomendadas:
Responder a una pregunta con otra pregunta puede ser una excelente manera de estimular la reflexión. Por ejemplo, si el niño pregunta: “¿Por qué el cielo es azul?”, podemos responder con algo como: “¿Qué crees tú? Vamos a observarlo juntos”.
Convertir las preguntas en proyectos compartidos fortalece el vínculo familiar y enseña a los niños el valor del aprendizaje colaborativo. Por ejemplo, buscar un libro o un vídeo juntos, o realizar un experimento casero sencillo.
En lugar de dar respuestas directas, ofrezcamos herramientas para que los niños descubran las respuestas por sí mismos. Esto incluye libros ilustrados, enciclopedias infantiles o juegos interactivos.
Es crucial mostrar entusiasmo por las preguntas, incluso si parecen repetitivas o básicas. Validar su curiosidad refuerza su autoestima y les anima a seguir explorando.
Aunque es importante fomentar la curiosidad, también es necesario establecer límites. Por ejemplo, podemos explicar que algunas preguntas requieren tiempo para ser respondidas y acordar un momento para investigarlas juntos.
En la era digital, es común recurrir a motores de búsqueda o inteligencias artificiales para responder a las preguntas de los niños. Aunque estas herramientas tienen un enorme potencial, también presentan retos importantes que debemos tener en cuenta.
Adoptar este enfoque tiene múltiples ventajas tanto para los niños como para las familias:
Aunque como padres solemos querer responder a todas las preguntas de nuestros hijos para ayudarlos, adoptar un enfoque más pausado y centrado en el acompañamiento puede tener beneficios duraderos. Este enfoque fomenta la curiosidad, fortalece el vínculo familiar y ayuda a los niños a desarrollar habilidades esenciales para su futuro. Cambiar el “Porque sí” o el “Porque no” por un “¿Y qué crees tú?” o un “¿Cómo podemos averiguarlo?” puede marcar una gran diferencia.