El blog de Runruneando
El uso del maquillaje se remonta a tiempos inmemoriales. En muchas culturas ancestrales, pintarse el rostro o el cuerpo estaba (y sigue estando) vinculado a rituales religiosos, de protección, de pertenencia al grupo o de transición (por ejemplo, el paso de la infancia a la adolescencia). En el antiguo Egipto, tanto hombres como mujeres usaban productos para remarcar los ojos y protegerlos del sol. En tribus africanas o amerindias, las pinturas faciales señalaban estatus social, roles en la comunidad o preparaciones para la caza.
A lo largo de la historia, el maquillaje ha servido como modo de expresión identitaria (marcando pertenencia a un grupo) y también como forma de embellecimiento o de cumplimiento con estándares estéticos y culturales. Hoy en día, este componente simbólico sigue vivo, aunque se integra de forma distinta en sociedades globalizadas y, por supuesto, acaba influyendo en cómo lo perciben y lo usan niñas y niños.
En la actualidad, el maquillaje puede ser visto como:
Sin embargo, también existe la preocupación de la sexualización temprana. El maquillaje, cuando se enfoca en «verse más mayor» o «ser más atractivo/a» con una estética adulta, puede empujar a las criaturas hacia una imagen que aún no les corresponde.
La sexualización temprana se produce cuando se proyectan rasgos, actitudes o comportamientos adultos en niñas y niños, asignándoles connotaciones que no forman parte de su etapa evolutiva. El maquillaje puede ser un factor a considerar si se usa con la intención de «adultizar» la imagen infantil. Estudios como el Report of the APA Task Force on the Sexualization of Girls (2007) señalan que la exposición a imágenes hipersexualizadas puede incidir en la autoestima y en la percepción que las niñas (y también los niños) tienen de su propio cuerpo, generando inseguridades y fomentando la objetificación.
Etapa | Pros | Contras |
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Infancia temprana (3-6 años) |
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Infancia media (6-9 años) |
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Preadolescencia (9-12 años) |
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Adolescencia (13-16 años) |
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En edades tempranas, el maquillaje debe ser explorado como un juego. Mezclar colores, aprender texturas y disfrutar sin preocuparse por juicios estéticos promueve la imaginación y la psicomotricidad fina.
A medida que van creciendo, maquillarse puede convertirse en una forma de expresar estados de ánimo, experimentar con el propio look y descubrir afinidades estéticas. Lo importante es acompañarles en este proceso, reforzando mensajes positivos sobre la autoestima y recordando que la belleza y la identidad son mucho más que el maquillaje.
Niñas y niños pueden sentir curiosidad por maquillarse al ver a familiares, amistades o a figuras públicas (youtubers, influencers). Es fundamental enseñarles a analizar críticamente los contenidos que consumen y explicarles que la realidad virtual y la publicidad suelen mostrar estándares de belleza poco realistas.
Enseñar a desmaquillarse correctamente, usar productos adecuados a cada edad y vigilar posibles alergias o irritaciones de la piel es esencial. Además, conviene recordar que no se debe forzar a nadie a maquillarse si no lo desea.
La clave está en que se utilice el maquillaje como un recurso lúdico o de identidad, no como un mecanismo para verse «sexy» o adulto. Un diálogo abierto y respetuoso previene confusiones y fomenta una relación sana con el cuerpo.
Se relaciona con la fantasía, la celebración y el juego. En esta faceta, es un instrumento que ayuda a crear personajes, enriquecer el juego simbólico y desdramatizar el uso de los cosméticos.
Surge cuando, especialmente en la preadolescencia y adolescencia, el maquillaje se integra en la expresión personal diaria. Aquí es donde cobra importancia acompañar y educar en el equilibrio: usarlo si les apetece, pero no depender de él para sentirse bien.
Según la psicología evolutiva (Piaget, Vygotsky), el juego simbólico es una etapa crucial del desarrollo cognitivo y socioemocional. Incluir el maquillaje como parte de ese juego puede beneficiar la creatividad y la expresión emocional. Sin embargo, si el uso se basa en presiones externas o en la búsqueda de aprobación, puede afectar la autoconfianza y generar inseguridades.
Desde la pedagogía constructivista, se sugiere que el niño o la niña aprenda a través de la experiencia. El maquillaje, entendido como herramienta de juego, puede fortalecer habilidades motrices y comunicativas. Por otro lado, los estereotipos de género ligados a la cosmética se pueden desmontar al fomentar que tanto niños como niñas tengan la libertad de explorar.
La infancia es el periodo en el que el cerebro está en desarrollo constante. Juegos de imitación (como maquillarse «como mamá/papá») refuerzan conexiones neuronales relacionadas con la empatía y la capacidad de perspectiva (entender los roles del otro). No obstante, la sobreexposición a estándares de belleza puede generar ansiedad y confusión en el cerebro infantil, que está configurando sus esquemas de autopercepción.
El maquillaje en la infancia ofrece múltiples lecturas. Desde la antropología, forma parte de un legado cultural de expresión y pertenencia. A nivel psicológico y educativo, su uso puede ser una herramienta de juego, creatividad y exploración, siempre que se eviten los riesgos de la sexualización temprana y la dependencia estética.
La clave está en acompañar a niñas y niños en su curiosidad, ofrecerles productos seguros y adecuados a su edad, y abrir diálogos sinceros sobre la relación que existe entre la apariencia y la autoestima. De este modo, el maquillaje puede convertirse en un recurso lúdico y formativo, en lugar de una imposición que condicione su visión de sí mismos.