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Rabietas infantiles: qué son y cómo actuar frente a ellas

Las rabietas infantiles (también llamadas berrinches o pataletas) son explosiones emocionales intensas en los niños pequeños. Este artículo aborda el fenómeno desde los enfoques neurológico, psicológico y pedagógico, analizando qué son, por qué ocurren, cómo manejarlas de forma respetuosa y qué recursos pueden apoyar a familias y profesionales.


1. ¿Qué son las rabietas? Explicación neurocientífica actual

Las rabietas infantiles son reacciones ante frustraciones, necesidades insatisfechas o sobrecargas emocionales. Durante estas explosiones, el niño muestra comportamientos como llorar, gritar, patalear y, en ocasiones, autolesionarse o agredir objetos. Desde el punto de vista neurocientífico, se explican por lo que se conoce como un “secuestro amigdalino”: ante emociones intensas, la amígdala (centro de las emociones) domina la respuesta, mientras que la corteza prefrontal (responsable del control de impulsos) aún se encuentra inmadura.

“El niño está ante una sobrecarga emocional en la que el cerebro emocional pisa el acelerador y el freno prefrontal aún no funciona bien.”
([Referencia general basada en literatura neuropsicológica]).


2. Desarrollo emocional y autorregulación: últimos hallazgos

Autorregulación y neurodesarrollo

Estudios recientes muestran que el desarrollo de la autorregulación emocional durante la primera infancia está vinculado a mejores resultados a largo plazo. Un estudio longitudinal en Reino Unido encontró que los niños que experimentaban dificultades en autorregularse presentaban, más adelante, mayor riesgo de sufrir trastornos de atención y ansiedad. Esto resalta la importancia de acompañar y guiar al niño durante sus explosiones, ayudándole a encontrar estrategias para gestionar la frustración.

“Nombrar la emoción que siente el niño activa la corteza prefrontal y disminuye la reactividad de la amígdala, facilitando la calma.”
([Referencia basada en estudios de imagen cerebral]).

Uso de dispositivos y co-regulación

Otra línea de investigación advierte sobre el uso excesivo de dispositivos electrónicos para calmar a niños en rabietas. Se ha observado que depender de pantallas puede limitar el aprendizaje del autocontrol. De igual forma, la co-regulación –la capacidad del adulto de ayudar al niño a regular sus emociones mediante su presencia calmada– es crucial en estos momentos.


3. Clasificación de las rabietas

Según su causa u origen

  • Rabieta por atención: Se producen cuando el niño quiere captar la atención del adulto, incluso de forma negativa.
  • Rabieta por conseguir algo: Ocurren al no obtener lo deseado, como un juguete o un caramelo.
  • Rabieta por evitar algo: Se dan cuando el niño reacciona a la imposición de un límite (por ejemplo, negarse a ir a dormir).
  • Rabieta por cansancio o hambre: Resultan de un estado físico de malestar (sueño, hambre).
  • Rabieta por frustración: Nacen al sentirse incapaz de lograr hacer algo o cuando el niño choca con sus propias limitaciones.

Según el “cerebro” implicado

Se distinguen dos tipos:

  • Rabietas de cerebro inferior: Impulsivas y casi involuntarias, típicas de los niños de 2 a 4 años. Son expresiones de necesidades básicas insatisfechas.
  • Rabietas de cerebro superior: Más deliberadas, que se ven a partir de los 3-4 años, donde el niño intenta manipular la situación para conseguir lo deseado.

Según su intensidad o características clínicas

La intensidad de las rabietas puede variar:

  • Berrinches típicos: Breves, explosivos pero comunes en la etapa de 2 a 4 años.
  • Crisis emocionales: Rabietas excesivamente intensas, prolongadas o que conllevan conductas agresivas. Si se presentan de forma regular más allá de la edad preescolar o con características de autoagresión, pueden ser indicativas de condiciones como el Trastorno de Desregulación Disruptiva del Estado de Ánimo (TDDEA) o de otros trastornos del neurodesarrollo.

4. Evitabilidad y función de las rabietas

¿Se pueden evitar?

En gran medida, las rabietas son inevitables en ciertas etapas del desarrollo (especialmente entre 1,5 y 4 años). Cumplen una función importante para el aprendizaje de la autorregulación. Sin embargo, se pueden prevenir o minimizar muchas situaciones detectando y neutralizando los desencadenantes:

  • Manejo de rutinas: Asegurar horarios regulares para el sueño, comidas y actividades.
  • Avisos previos: Preparar al niño antes de transiciones o cambios.
  • Ofrecer opciones: Permitir al niño elecciones simples para que sienta control.

¿Son necesarias?

Sí, son necesarias en tanto que permiten al niño experimentar y aprender a gestionar sus emociones. La rabieta, de forma controlada, es una oportunidad para que el niño desarrolle sus habilidades de tolerancia y resiliencia ante la frustración.

¿Cuándo resultan patológicas?

Se consideran patológicas aquellas rabietas que:

  • Son extremadamente frecuentes o de muy larga duración.
  • Persisten de forma regular más allá de los 5-6 años.
  • Están acompañadas de otros síntomas (autoagresión, agresividad severa o dificultades para integrarse en otros contextos sociales).
  • Pueden formar parte de un trastorno (como TDDEA o trastorno negativista desafiante).

5. Enfoques pedagógicos ante las rabietas

Se han desarrollado diversas corrientes que abordan el manejo de las rabietas desde el respeto y la empatía, sin recurrir a castigos físicos ni humillaciones:

Enfoque Montessori

  • Ambiente preparado y autonomía: El método Montessori enfatiza la importancia de un entorno ordenado y la autonomía del niño. Las rabietas se entienden como expresiones de frustración por límites percibidos en un mundo adultocéntrico.
  • Actuar con calma: Se recomienda que el adulto mantenga la calma, se ponga a la altura del niño y le hable en términos sencillos, validando sus emociones sin ceder ante demandas inapropiadas.
  • Espacios de calma: Preparar entornos donde el niño pueda calmarse por sí mismo, como un “rincón de la paz”, es fundamental.

Enfoque Pikler / Crianza Respetuosa (RIE)

  • Presencia tranquila y acompañamiento: Inspirado en Emmi Pikler y Magda Gerber, este enfoque prioriza el acompañamiento del niño incluso en crisis emocionales, sin intentar “distraer” de forma agresiva.
  • Validación y diálogo: Se alienta a describir lo que observa el cuidador (“Veo que estás muy enfadado, ¿quieres que te abrace?”), sin forzar contacto físico si el niño lo rechaza.
  • No aislar al niño: En lugar de usar “time-out” punitivos, se sugiere permanecer junto al niño en un espacio seguro hasta que se calme.

Disciplina Positiva

  • Equilibrio entre límites y empatía: Basada en las teorías de Alfred Adler y desarrollada por Jane Nelsen, la Disciplina Positiva recomienda ver la rabieta como la punta de un “iceberg” en el que se ocultan necesidades emocionales.
  • Herramientas lúdicas y contacto afectuoso: Se emplean estrategias como el humor, la distracción suave, el contacto físico reconfortante y el “tiempo fuera positivo” (un momento para respirar, no un aislamiento punitivo).
  • Enseñanza tras la calma: Una vez superada la rabieta, se dialoga con el niño para identificar la emoción y buscar soluciones, reforzando lo positivo y enseñando alternativas de expresión.

Crianza con apego

  • Vínculo seguro como base: Este enfoque, popularizado por William Sears, parte de la premisa de que el niño debe sentir el amor incondicional de sus cuidadores, incluso en momentos de intenso enfado.
  • Acompañamiento constante: La respuesta ante la rabieta debe basarse en la empatía y la disponibilidad del adulto, que se muestra presente y cálido sin ceder a demandas irracionales.
  • Límites explicados con cariño: Aunque se mantienen los límites, estos se comunican de forma pacífica y con explicaciones que ayuden al niño a interiorizar el “por qué” de dichos límites, sin generar sentimientos de rechazo o vergüenza.

6. Influencia de la personalidad, genética y modelo de crianza

Personalidad y genética

Cada niño nace con un temperamento único, que en gran parte es genético. Algunos pueden ser naturalmente más sensibles y tener un umbral de frustración bajo, por lo que tendrán rabietas más intensas o frecuentes.

“El temperamento inestable, en muchos casos, es una herencia directa y se refleja en la intensidad de las rabietas.”
([Referencia basada en estudios de temperamento infantil]).

Modelo de crianza y ambiente

Aunque la predisposición es innata, el entorno familiar y el modelo de crianza son determinantes en la forma en que se expresan esas características:

  • Ambientes caóticos o inconsistentes pueden agravar la frecuencia e intensidad de las rabietas.
  • La presencia de rutinas claras y la atención afectiva pueden moderar los rasgos intensos y ofrecer al niño una forma de manejar mejor sus emociones.
  • El modelado del manejo emocional por parte de los padres es fundamental: un adulto que no se controla difícilmente servirá de ejemplo positivo para el niño.

7. ¿Cómo debe actuar el adulto?

La forma en la que los adultos responden durante una rabieta es decisiva tanto para la seguridad del niño como para su aprendizaje emocional. Entre las estrategias basadas en la evidencia destacan:

  • Mantener la calma:
    El adulto debe controlar sus propias emociones. Si gritas, el niño lo imita y la situación se agrava.
    Consejo: Si sientes que vas a explotar, tómate un breve respiro sin abandonar al niño.

  • Asegurar la seguridad física:
    Retira objetos peligrosos y, si es necesario, contén suavemente al niño para evitar autoagresiones o agredir a otros.
    Consejo: Un abrazo contenedor, dado con calma, puede ayudar a evitar lesiones sin dejar de imponer límites.

  • Validar las emociones:
    Expresa con frases sencillas lo que observas (“Veo que estás muy enfadado porque no te compré el helado”) y hazle saber que sus sentimientos son legítimos, sin justificar el comportamiento agresivo.
    Consejo: Nombrar la emoción ayuda al niño a identificar lo que siente.

  • No ceder a demandas irracionales:
    Mantén límites claros. No se trata de reprimir la emoción, sino de enseñar alternativas para expresarla.
    Consejo: Ceder en exceso le enseña al niño que la rabieta es el medio más eficaz para conseguir lo que quiere.

  • No usar gritos, castigos físicos ni aislamiento punitivo:
    Estas técnicas socavan la autoestima y la relación de apego.
    Consejo: Si ya has gritado, reestablece el contacto mediante un “perdón, me alteré; vamos a calmarnos” y continúa con empatía.

  • Reconexión tras la rabieta:
    Una vez calmado el niño, es importante dialogar sobre lo ocurrido, reforzar lo positivo y, si es necesario, aplicar consecuencias lógicas (por ejemplo, colaborar a limpiar si ha tirado la comida).
    Consejo: La reflexión se realiza mejor en un estado de calma y no en medio del arrebato.


8. Recursos y herramientas para familias y profesionales

Libros y publicaciones

  • Para padres y madres:

    • Ni rabietas ni conflictos de Rosa Jové
    • El cerebro del niño y Disciplina sin lágrimas de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson
    • Libros de Jane Nelsen sobre Disciplina Positiva
    • El cerebro del niño explicado a los padres de Álvaro Bilbao
  • Para educadores y profesionales:

    • Publicaciones y guías de la Asociación Disciplina Positiva
    • Manuales y artículos en revistas especializadas (por ejemplo, en el Boletín de Pediatría)

Cuentos y recursos para el desarrollo emocional

  • Libros infantiles:
    • El monstruo de colores de Ana Llenas
    • Cuando estoy enfadado de Trace Moroney
    • Soy un volcán de Miriam Tirado

Talleres, cursos y comunidades

  • Talleres y cursos online:
    Existen talleres presenciales y cursos en línea sobre disciplina positiva, crianza con apego y manejo emocional para padres.
  • Comunidades de apoyo:
    Grupos en redes sociales, foros y páginas web como Criar con Sentido Común y Edurespeta ofrecen intercambio de experiencias y consejos.

Herramientas prácticas

  • “Rincones de calma”:
    Espacios dedicados en casa o el aula donde el niño pueda relajarse.
  • Botes o frascos de la calma:
    Material visual y táctil que ayuda al niño a relajarse observando la sedimentación de purpurina en un líquido.
  • Tarjetas emocionales y recursos de mindfulness:
    Dinámicas y juegos que enseñan a identificar y gestionar las emociones.

Apoyo profesional

Si las rabietas parecen excesivas o indican dificultades emocionales más profundas, es recomendable consultar con:

  • Pediatras especializados en salud infantil.
  • Psicólogos o neuropediatras infantiles.
  • Programas de intervención temprana orientados a la regulación emocional.

Conclusiones

Las rabietas son una parte natural y necesaria del desarrollo emocional infantil. Aunque inevitable en las primeras etapas, el acompañamiento respetuoso y empático por parte de los adultos permite que se conviertan en una oportunidad de aprendizaje y consolidación del vínculo afectivo. Diversos enfoques –Montessori, Pikler/RIE, Disciplina Positiva y crianza con apego– coinciden en que lo más importante es mantener la calma, validar las emociones y establecer límites sin recurrir a castigos físicos o humillaciones.

Además, la interacción entre el temperamento (en parte genético) y el modelo de crianza define en gran medida la frecuencia e intensidad de las rabietas. Por ello, los adultos deben informarse y formarse, utilizando los recursos disponibles para crear entornos de seguridad y aprendizaje, y ofreciendo siempre al niño la oportunidad de sentirse comprendido y apoyado.

Con amor, paciencia y firmeza, cada rabieta puede transformarse en una oportunidad para enseñar al pequeño a regular sus emociones y crecer como individuo completo. ¡Y de paso, para que tanto él como sus cuidadores aprendan a vivir mejor sus propios momentos intensos!


Referencias diversas basadas en estudios académicos, publicaciones de expertos y material de divulgación en neuropsicología, psicología infantil y pedagogía respetuosa.