Ramiro era un abejorro inquieto, alegre y muy peludo, que desde pequeño llevaba el ritmo en las alas y las patas. Todo lo que tocaba se convertía en una batería improvisada: latas, piedras, hojas… cualquier cosa valía para crear música.

Sus padres, viendo esa pasión temprana, decidieron apuntarlo a clases con un respetado profesor ciempiés. Pero siempre le dejaban claro:

—Ramiro, la música está muy bien como hobby, pero recuerda que nuestro verdadero trabajo es polinizar flores. Es fundamental para que todo funcione en la naturaleza.

Ramiro asentía, aunque en secreto soñaba con dedicarse a la música de forma profesional. Sin embargo, los consejos de sus padres siempre pesaban más y nunca se atrevía a dar el salto definitivo.

Un día especialmente aburrido de revolotear entre flores, Ramiro decidió escaparse un rato a un prado repleto de campanillas. Allí montó un improvisado set de percusión con ramitas y piedras y comenzó a tocar con alegría, olvidándose de todo.

De repente, escuchó una voz suave y melodiosa:

—Tienes buen ritmo, chico. ¿Te dedicas a esto profesionalmente?

Se trataba de una libélula con gafas oscuras y aire bohemio que sujetaba una trompeta reluciente. Ramiro se sonrojó.

—Ojalá, pero… ya sabes, la polinización es importante, y esto es solo un hobby.

Tony sonrió con simpatía:

—La polinización es vital, claro. Pero la música también hace el mundo más hermoso. Por cierto, me llamo Tony, toco en una banda y necesitamos urgentemente un baterista. ¿Te gustaría probar esta noche en el Sauce Llorón junto al estanque?

Ramiro sintió un escalofrío de emoción. Aquel anochecer acudió al sauce y encontró a "Bichos en Clave", una banda increíble formada por Tony en la trompeta, Gerardo, un saltamontes en el contrabajo, Rosa, una mariquita al piano y Lacy, una polilla al micrófono. La química fue instantánea. Ramiro, con las baquetas, dio lo mejor de sí mismo y la banda hizo vibrar a todos los insectos que acudieron atraídos por la música.

Al terminar, Tony y el resto de la banda le propusieron emocionados:

—Ramiro, necesitamos un baterista a tiempo completo. ¿Quieres quedarte con nosotros?

Ramiro, sintiendo que al fin podía cumplir su sueño, aceptó encantado. Aunque tenía miedo de defraudar a sus padres, decidió apostar por su felicidad.

Se pasó las tardes tocando con "Bichos en Clave", haciendo bailar a los demás insectos del jardín que se acercaban a disfrutar de un merecido descanso y desconectar un poco de las tareas cotidianas. Tiempo después, sus padres acudieron al Sauce Llorón para escuchar a Ramiro tocar. Al verlo tan feliz, comprendieron que la pasión también es una forma esencial de llenar el mundo de belleza.

—Estamos orgullosos de ti, hijo —le dijeron sonriendo—. Ahora sabemos que cada uno puede hacer florecer el mundo a su manera.

Y así, Ramiro, el abejorro baterista, siguió llevando alegría, ritmo y felicidad a todos los rincones del valle.