🛏️🐙 El capitán de las sábanas

Cada noche, cuando se apagan las luces y la casa queda en silencio, Borja salta de la cama... pero no para escaparse. No, no. Salta para subirse a su barco.

Un barco de sábanas arrugadas, velas de funda de almohada y timón de calcetín. En su habitación se abre el mar, y él —¡claro!— es el capitán Borborja, el navegante más valiente del Océano Dormilón.

Junto a su tripulación —un peluche que hace de grumete y un gato que no da órdenes pero sí muchos zarpazos— vive aventuras disparatadas: rescatan cepillos de dientes perdidos en tormentas de espuma de sueño, navegan por islas donde los ronquidos se escuchan desde lejos, y enfrentan a piratas que solo atacan si no has cenado bien.

Pero esa noche… todo fue distinto.

El aire olía a nube mojada y a tinta invisible. Las olas no ronroneaban como siempre, sino que chapoteaban nerviosas. Algo acechaba bajo el agua.

—¡Todos a sus puestos! —gritó el capitán Borborja, con la espada de cartón en alto—. ¡El calamar de las pesadillas ha vuelto!

Desde las profundidades, emergió el calamar, con sus tentáculos resbaladizos y su boca de ventosa soplando pesadillas por el aire.

—¡Esta vez no te saldrás con la tuya, pegajoso! —rugió Borborja.

La batalla fue larga. El pulpo lanzaba bostezos en forma de burbujas-trampa, mientras movía con precisión sus tentáculos, que atrapaban pensamientos bonitos y los volvían miedos. En uno de sus ataques, lanzó un chorro de baba espesa que por poco deja al capitán pegado al mástil.

Pero Borborja no se rindió. Dio la orden de girar el barco, soltó el ancla de zapatilla, y con una maniobra arriesgada saltó directo al lomo del monstruo. Allí, en medio de un torbellino de agua salada, encontró lo que buscaba: la perla mágica de los sueños.

Brillaba con una luz suave, como si estuviera hecha de luna.

—¡Ahora mis sueños serán solo míos! —gritó Borborja, alzando la perla.

El pulpo, sorprendido, soltó un bufido, liberó una nube de tinta brillante y huyó nadando con todos sus tentáculos enredados.

El mar volvió a calmarse. El gato se durmió en la popa, el peluche celebró la victoria con una galleta imaginaria. Y el capitán Borborja... cerró los ojos, agotado.

A la mañana siguiente, Borja despertó en su cama.

Todo estaba en su sitio. Bueno... casi todo.

Tenía una mano pegajosa, como si hubiera luchado contra un pulpo de verdad.

Y al cerrar el puño, notó algo.

Una bolita. Pequeña. Redonda. Muy suave.

La abrió justo a tiempo de ver cómo la perla mágica se desvanecía, como si se disolviera en un suspiro.

Borja sonrió.

Esa noche había sido real.

Y por si acaso, al llegar la noche… colocó bien las sábanas, preparó el timón, y se puso el pijama más cómodo.

Porque el capitán Borborja... nunca descansa mucho tiempo.