📖 Un cuento para edades de 4 a 10 años.
⏳ Tiempo de lectura: 4 minutos.
📝 Una dulce aventura llena de color, amistad y aceptación
Había una vez un elefante de color naranja llamado Gumersindo 🐘. Tenía una gran trompa, enormes orejas y, en su cabeza, lucía orgulloso un lazo azul que brillaba bajo el sol. Todos los animales del bosque se quedaban con la boca abierta al verlo pasar, porque nunca antes habían visto un elefante tan original. Incluso el viento parecía respetarle, meciendo suavemente su lazo cada mañana.
Cierto día, Gumersindo decidió salir a explorar más allá de su conocida charca. Caminó y caminó, hasta llegar a un lugar donde los árboles eran altos como gigantes y las flores tenían pétalos tan grandes que parecían paraguas de colores. Allí se encontró con una rana muy bromista llamada Fede 🐸, que soltó una carcajada al verlo: “¡Ja, ja, ja! ¡Menudo elefante tan raro eres!”
Con su voz grave, Gumersindo le respondió: “¿Raro? Pues fíjate que así es como nací. Me gusta mi color naranja, y el lazo azul es el mejor adorno que tengo”. Fede se encogió de hombros, sin saber muy bien qué decir. Pero, por dentro, el pobre elefante sintió una pequeña punzada de tristeza al ver que lo juzgaban por su apariencia.
Continuando su camino, Gumersindo se encontró con una jirafa juguetona llamada Gala 🦒, que estaba estirando el cuello para probar unas hojas muy altas. Al verla, el elefante saludó con entusiasmo: “¡Hola! ¿Podrías decirme qué hay más allá de los árboles?” Y ella respondió: “Más allá encontrarás un gran prado lleno de flores mágicas… pero no sé si podrías encajar allí con tu color tan… brillante.”
Esta vez, Gumersindo decidió no ponerse triste. En lugar de ello, recordó algo que le había enseñado su mamá, una sabia elefanta gris: “Las diferencias son especiales, no hay que avergonzarse de ellas”. Con paso firme y la cabeza bien alta, se adentró en el prado. Las flores eran de un violeta intenso, tan suaves y perfumadas que le hicieron estornudar: “¡Achís!” 🌸
Y justo en medio del prado, Gumersindo descubrió un pequeño conejo blanco llamado Rico 🐇, que estaba sollozando. “¿Qué te pasa, amiguito?”, preguntó el elefante. El conejo explicó entre sollozos: “Mis orejas son demasiado largas y nadie quiere jugar conmigo, dicen que parezco un trapero”. Gumersindo lo miró con ternura y le dijo: “A mí me dicen que soy raro por mi color y mi lazo. Pero sabes, a mí me gusta ser diferente”.
Gumersindo decidió enseñar a Rico un juego que él mismo inventó cuando se sentía algo solo: el juego de “las posturas disparatadas”. Se trataba de que cada uno creara la pose más divertida que se le ocurriera. El conejo agitó sus orejas como si fueran banderas y Gumersindo se puso a girar la trompa a toda velocidad. Ambos se echaron a reír y, sin darse cuenta, empezaron a llegar otros animales, curiosos por ver tanta alegría. Pronto, Fede 🐸 y Gala 🦒 también quisieron sumarse a la fiesta.
Cuando todos se unieron al juego, comprendieron que lo que llamaban “raro” de los demás era, en realidad, algo que los hacía únicos y divertidos. Gumersindo, orgulloso de su color naranja y su lazo azul, les dijo: “No importa cómo seamos por fuera, lo importante es lo alegres y bondadosos que seamos por dentro”. Fue así como los animales aprendieron que las diferencias no deben separarnos, sino enriquecernos con nuevas experiencias. Y cada uno, con su propio estilo y color, vivió feliz aceptándose a sí mismo y celebrando la diversidad de los demás. 🌈
Gumersindo es un elefante naranja con un lazo azul que brilla bajo el sol. En su aventura más allá de su hogar, encuentra animales que lo juzgan por ser diferente. Sin embargo, con valentía y confianza, ayuda a un conejo triste a aceptar sus largas orejas, y juntos enseñan a los demás animales del bosque que las diferencias son una riqueza, no una barrera.
El cuento conecta directamente con las experiencias de los niños, quienes a menudo enfrentan comentarios sobre su apariencia o habilidades. Enseña a manejar estas situaciones con confianza y les ayuda a ver la diversidad como algo positivo en sus relaciones.
Reproduce el juego del cuento. Cada miembro de la familia crea una pose divertida o imita algo único de su cuerpo (como mover las orejas o soplar con la boca). El objetivo es reír juntos y valorar lo que hace a cada uno especial.
Dibujad juntos un árbol donde cada hoja represente una diferencia o talento único de cada miembro de la familia. Al final, reflexionad sobre cómo esas diferencias hacen que la familia sea más fuerte y especial.
Sentados en círculo, cada persona comparte algo positivo o especial sobre los demás. Ayuda a reforzar la autoestima y la empatía.
Inventad juntos historias donde los personajes tengan características únicas que los conviertan en héroes.
Frente al espejo, anima a los niños a nombrar tres cosas que les gustan de sí mismos, tanto físicas como de su personalidad.
El desarrollo de la autoestima y la aceptación de la diversidad son claves en la infancia. Este cuento invita a los niños a mirar más allá de las apariencias, fomentando relaciones basadas en el respeto y la empatía. Involucrar a los pequeños en actividades que celebren lo que los hace únicos fortalece su confianza y sensibilidad hacia los demás.
"No importa cómo seamos por fuera, lo importante es lo alegres y bondadosos que seamos por dentro."
