
🥄 Charo, la cuchara aventurera
Tiempo de lectura: 5 minutos.
📖 Un cuento para edades de 4 a 8 años.
⏳ Tiempo de lectura: 2 minutos.
📝 El cuento clásico de Andersen: una princesa y una prueba muy singular.
🗂️ Clasificado en: Cuentos clásicos
Érase una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero con una princesa de verdad. Viajó por todo el mundo para encontrarla, pero siempre había algo que no terminaba de convencerle. Princesas no le faltaban, claro, pero… ¿serían de verdad? Siempre encontraba en ellas algún detalle que no acababa de gustarle. Así que regresó a casa triste y desilusionado, porque deseaba, de corazón, encontrar a una princesa auténtica.
Una noche se desató una tormenta espantosa. Llovía a cántaros, tronaba y relampagueaba, y el viento soplaba con tanta fuerza que daba miedo.
De pronto, llamaron a la puerta del castillo. El viejo rey fue a abrir y, para su sorpresa, allí estaba una joven. ¡Y qué aspecto tenía! El agua le chorreaba por el cabello y las ropas, le entraba en los zapatos y le salía por los talones. Aun así, decía ser una princesa de verdad.
—Eso ya lo veremos —pensó la vieja reina.
Y sin decir nada, bajó a la alcoba donde dormiría la joven. Retiró toda la ropa de la cama y colocó un solo guisante en el fondo. Luego puso encima veinte colchones y, sobre ellos, otros veinte edredones de plumas. Allí debería dormir la muchacha aquella noche.
A la mañana siguiente, la reina le preguntó qué tal había dormido.
—¡Oh, fatal! —respondió la joven—. Casi no he pegado ojo en toda la noche. ¡Dios sabe lo que había en la cama! Algo duro me ha estado molestando tanto, que tengo todo el cuerpo lleno de moratones. Ha sido horrible.
Entonces supieron que era, sin duda, una princesa de verdad, ya que había sentido el guisante a través de veinte colchones y veinte edredones de plumas. Nadie más que una princesa tan delicada habría podido notarlo.
El príncipe se alegró muchísimo. Por fin había encontrado una princesa auténtica y se casó con ella. Y el guisante fue guardado en un museo, donde aún puede verse —si es que nadie se lo ha llevado—.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
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La princesa y el guisante fue escrito por el danés Hans Christian Andersen y publicado por primera vez en 1835. Aunque se inspiró en cuentos populares escandinavos, Andersen aportó su estilo personal: una mezcla de humor, ironía y sensibilidad. El cuento surgió en una Europa en plena transformación cultural, donde la nobleza empezaba a convivir con una burguesía en ascenso, y las historias de linajes “auténticos” empezaban a cuestionarse. Con su brevedad y su tono casi paródico, Andersen juega aquí con la idea de lo que “debería” ser una princesa, usando el guisante como prueba de una sensibilidad exagerada.
Un príncipe busca sin éxito una princesa auténtica. Una noche de tormenta, una joven empapada llega al castillo diciendo ser princesa. Para comprobarlo, la reina le hace una prueba muy peculiar: esconder un guisante bajo una pila de veinte colchones. A la mañana siguiente, la joven se queja de no haber dormido bien, y eso confirma su verdadera identidad.
Aunque el cuento puede parecer superficial, despierta la curiosidad y el sentido del humor infantil. Plantea una prueba absurda que, sin embargo, funciona como motor narrativo. Su brevedad y estructura repetitiva lo hacen ideal para las primeras edades lectoras, fomentando la comprensión auditiva y la capacidad de anticipación.
Muchos niños atraviesan fases en las que se sienten incomprendidos o dudan de su valía. Este cuento, en clave de humor, juega con la idea de que lo auténtico a veces no se ve a simple vista. También puede abrir conversaciones sobre los estereotipos (qué es ser una princesa, por ejemplo) o sobre la sensibilidad, tanto física como emocional.
Reflexión para las familias:
La historia invita a cuestionar los juicios rápidos y a valorar la autenticidad. En casa, puede ser útil reforzar que cada niño tiene sus propias sensibilidades y que eso no es debilidad, sino una parte de su identidad.
“Nadie más que una princesa tan delicada habría podido notarlo.”