🧦 Emma y los calcetines perdidos

📖 Un cuento para edades de 5 a 9 años.

⏳ Tiempo de lectura: 6 minutos.

📝 La princesa Emma busca los calcetines perdidos del reino y enfrenta un duelo de baile.

Había una vez, en un reino no muy lejano, una pequeña princesa llamada Emma 👑. No era una princesa común y corriente, porque además de ser muy valiente, llevaba una espada mágica de goma que siempre olía a chicle de fresa. Emma tenía 10 años y en lugar de pasar su tiempo peinando a ponis rosados, prefería entrenar con los caballeros de la corte, resolviendo acertijos imposibles y explorando las cuevas más misteriosas del reino.

Un día, mientras Emma jugaba a dar saltos mortales sobre un castillo de almohadas, su madre, la Reina Margarita 👑, entró corriendo en su habitación con una expresión muy preocupada.

—Emma, algo terrible ha sucedido —dijo la Reina Margarita con voz temblorosa—. Todos los calcetines del reino han desaparecido.

Emma se levantó de un salto, dejando caer su espada de goma al suelo.

—¡No puede ser! —exclamó—. Sin calcetines, ¡todo el reino caminará con los pies fríos!

Con la misión clara en su mente, Emma se puso su capa de terciopelo morado, se ajustó las botas (sin calcetines, claro), y partió hacia el Bosque de las Cosas Perdidas 🌲, un lugar donde, según las leyendas, todo lo que se extraviaba en el mundo iba a parar.

El Bosque de las Cosas Perdidas era un lugar muy extraño. Los árboles estaban hechos de algodones de azúcar que cambiaban de color según el sabor del día. Había ríos de leche con galletas flotando, y en lugar de pájaros, por el aire volaban relojes de cuco que cantaban en do mayor. Emma caminó con cuidado, evitando los charcos de mermelada y los charcos que solo estaban ahí para engañarte.

De repente, Emma encontró un enorme reloj de bolsillo sentado sobre una roca. Este reloj no solo marcaba la hora, sino también el estado de ánimo del día.

—¿Qué buscas, joven princesa? —preguntó el reloj en un tono que sonaba a un jueves por la tarde lluvioso.

—Busco todos los calcetines perdidos del reino. ¿Sabes dónde podrían estar?

El reloj rió, aunque no tenía boca. Solo hizo un tic-tac más agudo de lo normal.

—Si es calcetines lo que buscas, debes hablar con el Rey de los Dedos de Pie 🦶, él lo sabe todo sobre los calcetines. Sigue el camino hasta el Árbol de los Zapatos Viejos y gira a la izquierda cuando veas la nube de hipo saltarín.

Emma agradeció al reloj y siguió sus instrucciones. El Árbol de los Zapatos Viejos era imposible de perder, porque en él colgaban cientos de zapatos de todas las formas y tamaños. Algunos incluso eran tan grandes que parecían haber sido usados por gigantes. Y justo como el reloj había dicho, había una nube de hipo saltarín a su lado, haciendo “¡hip!” y “¡hop!” cada vez que rebotaba.

—Por aquí es —dijo Emma, girando a la izquierda y adentrándose en un sendero que olía a zapatos nuevos.

Después de un rato, Emma llegó al castillo del Rey de los Dedos de Pie. Este era un castillo hecho completamente de mantas de lana, donde hacía tanto calor que los Dedos de Pie bailaban sin parar para refrescarse.

El Rey de los Dedos de Pie 🦶 era un hombrecillo muy simpático, pero su trono estaba hecho de cajas de calcetines, lo que parecía un poco sospechoso.

—Majestad, vengo a pedirle que me devuelva los calcetines del reino —dijo Emma, tratando de sonar lo más seria posible, aunque los dedos de los pies no dejaban de bailar.

—¡Ah, esos calcetines! —dijo el rey, rascándose un dedo con otro—. Verás, aquí, en mi reino, los calcetines son la moneda de cambio. Los hemos recogido de todo el mundo para construir nuestra economía basada en calcetines. Pero... me parece que podríamos llegar a un acuerdo.

—¿Qué clase de acuerdo? —preguntó Emma, intrigada.

—Un duelo de bailes —anunció el rey con una sonrisa—. Si logras derrotar a mis Dedos de Pie en un concurso de baile, te devolveré todos los calcetines.

Emma aceptó sin dudarlo, aunque nunca había bailado con los pies descalzos antes. Cuando empezó la música, los Dedos de Pie se movieron como nunca, saltando y haciendo piruetas en el aire. Pero Emma no se dejó intimidar. Recordó todos los pasos que había aprendido de los caballeros de la corte y, con la gracia de una leona y la precisión de un reloj suizo, empezó a bailar.

El duelo fue épico. Hubo saltos, giros y hasta un par de volteretas. Al final, los Dedos de Pie cayeron rendidos, agotados de tanto bailar.

El Rey de los Dedos de Pie, siendo un rey justo, cumplió su promesa. Devolvió todos los calcetines y Emma, orgullosa de su hazaña, regresó al castillo con un saco lleno de calcetines para todos en el reino.

Y así, gracias a la valentía y destreza de la pequeña princesa guerrera, los pies de todos en el reino estuvieron cálidos y felices una vez más.

Y colorín colorado, este cuento de calcetines se ha terminado. 🧦