
🐾 El paseo por el bosque
Tiempo de lectura: 7 minutos.
📖 Un cuento para edades de 7 a 12 años.
⏳ Tiempo de lectura: 6 minutos.
📝 Una amistad improbable desafía el miedo en un mundo mágico escondido entre raíces.
🗂️ Clasificado en: Cuentos de aventuras - Cuentos de magia - Cuentos de amistad - Cuentos sobre la familia - Cuentos para resolver conflictos
En un tiempo muy, muy lejano, existía un mundo secreto, escondido entre las raíces de los árboles, las rendijas de las rocas y las gotas de rocío. Allí vivían los zurminos, pequeños seres mágicos casi invisibles para los humanos, que traían buena suerte a quien tuviera la fortuna de cruzarse con uno.
Al principio convivían en paz con los humanos, pero pronto estos empezaron a codiciar su magia. Los zurminos fueron perseguidos, atrapados y encerrados en diminutas jaulas de oro como amuletos de fortuna. Para sobrevivir, huyeron y se ocultaron en comunidades escondidas, lejos de miradas ambiciosas.
Filomina era una joven zurmina de espíritu curioso y valiente. Vivía con su padre y su abuelo, en un pequeño asentamiento que había surgido en los alrededores de un molino abandonado, rodeado de agua clara, plantas silvestres y sabrosos insectos. Aquel rincón les daba cobijo y alimento... y paz. Pero en su interior, Filomina sentía que algo faltaba.
Había hecho una amiga humana. Clotilde, una niña dulce, generosa, con quien se había encontrado hacía unas semanas y con la que descubrió que podía compartir secretos y juegos. Sin embargo, su padre se lo prohibía.
—No podemos confiar en los humanos —decía con la voz grave—. Sobre todo en días como hoy… nublados, grises. Días en los que el Huyax podría salir.
El Huyax era el monstruo de las historias zurminas. Un ser que vagaba entre las sombras, cazándolos para entregarlos a los humanos. Algunos decían que era solo una leyenda. Filomina así lo creía.
—¡Eres injusto! ¡Ella es mi amiga! —gritó Filomina enfadada, alejándose sin mirar atrás.
Mientras se alejaba, una niebla densa y plateada empezó a deslizarse por la ladera. Filomina, enfadada como estaba, no miró atrás. De pronto, se empezaron a escuchar gritos:
—¡El Huyax! ¡El Huyax ha venido!
El corazón de Filomina se encogió. Corrió de vuelta a su madriguera, para protegerse, pero observó con estupor que la neblina se recogía lentamente desde el interior de su vivienda... y su familia no estaba.
Sin pensarlo, siguió el rastro. Se escabulló entre las ramas, cruzó arroyos, trepó hojas y evitó a búhos curiosos. El miedo iba con ella, pero también una determinación feroz.
Tras horas de persecución, la niebla la llevó a una casa humana destartalada, cubierta de hiedra y musgo podrido. A través de una rendija en la vieja puerta de madera, se coló dentro... y lo que vio le heló la sangre.
En una pared, decenas de jaulas doradas contenían a zurminos inconscientes. Entre ellos, su padre y su abuelo.
Entonces lo vio.
Un brujo de rostro demacrado hablaba con un diminuto ser encerrado en una jaula de acero. Era el Huyax… ¡era un zurmino!
—Has traído pocos esta vez —decía el brujo, alzando un pequeño cántaro sellado que mostraba cerca de su cara—. Voy a tener que tomar y torturar también el alma de tu hija...
—¡No! —gritó el Huyax con horror—. Me esforzaré más...
Filomina comprendió: el Huyax no era un monstruo. Era un zurmino con el alma atrapada por el brujo, obligado a cazar a los suyos. El cántaro que sostenía el brujo contenía su alma.
Filomina sabía que no podía enfrentarse al brujo. Su presencia solo le traería suerte. Mala suerte para ella, buena para él. Pero entonces pensó en su amiga Clotilde.
Corrió a toda velocidad por el bosque mientras caía la noche. La encontró ya metida en la cama.
—¡Tienes que ayudarme! ¡Por favor! —le suplicó, desde el alféizar.
La niña, al verla tan angustiada, no dudó. Saltó por la ventana y cayó sobre un lecho de musgo. La suerte de Filomina empezaba a obrar.
Corrieron juntas bajo la noche espesa. No tropezaron, no se perdieron, no las vio nadie.
Al llegar a la casa del brujo, Filomina le mostró el cántaro través de una ventana sucia.
—Tienes que romper eso. Solo así liberaremos el alma del Huyax.
La niña entró. Nada crujió bajo sus pies. Todo estaba de su lado. Se acercó al cántaro… y justo cuando lo rozaba, el brujo despertó con un rugido.
—¡No! —gritó al lanzarse hacia ella.
Pero era tarde. El cántaro se rompió contra el suelo, y una luz dorada salió disparada, regresando al cuerpo del Huyax. Este se puso de pie, sus ojos brillaban con libertad.
—¡Ahora! —gritó Filomina.
El Huyax cerró los ojos y extendió los brazos. Una ráfaga de viento mágico barrió la sala, despertando a los zurminos dormidos. Se agruparon todos, apuntaron con sus manitas a la niña... y le entregaron su suerte.
El brujo dio un paso, pero el suelo cedió bajo él. La madera podrida se rompió lanzándolo al sótano. La casa entera empezó a crujir. La niña abrió las jaulas una a una, mientras los zurminos escapaban a toda prisa. El Huyax fue el último en salir, antes de que la casa se viniera abajo con un estruendo.
En el claro del bosque, todos respiraban aliviados.
—Gracias —le dijo Filomina a su amiga humana—. Nos has salvado.
—No, tú me diste la suerte —sonrió la niña—. Yo solo la usé bien.
Desde entonces, los zurminos ya no vivieron tan ocultos. Aprendieron que no todos los humanos son codiciosos. Que algunos tienen el corazón limpio, y que cuando se combina la magia con la amistad... ningún brujo puede vencer.
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Filomina, una joven zurmina, descubre que el temido Huyax es en realidad un compañero atrapado por un brujo. Junto a su amiga humana Clotilde, emprende una arriesgada misión para liberar su alma y rescatar a su familia de las jaulas doradas.
Este cuento mezcla magia y aventura con un mensaje sobre la importancia de no dejarse llevar por los prejuicios. Fomenta la empatía hacia lo distinto, el valor de la amistad y el coraje para enfrentarse a las injusticias.
Los niños se identificarán con el vínculo especial entre Filomina y Clotilde, y con la curiosidad por lo oculto y fantástico. También conecta con la experiencia de confiar en quienes te importan, aunque otros desconfíen.
Este cuento invita a enseñar a los niños a abrir el corazón y superar los prejuicios. La magia de la amistad y la confianza mutua puede derribar barreras y liberar a quienes sufren injusticias.
"La suerte limpia es la que compartimos con el corazón."