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💡 La aventura del apagón

💡 La aventura del apagón

📖 Un cuento para edades de 6 a 12 años.

Tiempo de lectura: 7 minutos.

📝 Un día distinto pone a prueba la calma, la paciencia y el trabajo en equipo.

🗂️ Clasificado en: Cuentos con valores - Cuentos para aprender emociones - Cuentos sobre la familia

Esa mañana todo parecía normal. La familia se levantó temprano, desayunaron como siempre, con prisas después de haber hecho un poco de pereza para levantarse, y luego a vestirse, lavarse los dientes, mochilas y salir de casa a las carreras. Primero se iba Ramón, el padre, que entraba más temprano, y Cristina, la madre, llevaba a Leo de 7 años y Clara de 11 al colegio, antes de dirigirse ella también a su trabajo.

Cristina teletrabaja la mayoría de días, pero esa mañana tocaba oficina, así que los llevó en coche. El cole no estaba muy lejos, la mayoría de mañanas caminaban, pero si iban muy justos de tiempo tenían que coger el metro, así que el día del cambio al coche les encantaba.

Todo iba con normalidad: los niños llegaron a su fila con tiempo, saludaron a los amigos y subieron a sus aulas. Durante las clases, justo cuando estaban en plena tarea, la luz se apagó de golpe. Primero hubo un murmullo de sorpresa, luego unos segundos de silencio. Los profesores y profesoras se asomaron al pasillo, mirándose entre ellos, tratando de entender qué pasaba. Les notificaron que parecía algún apagón que afectaba a toda la manzana, que siguieran con las clases aprovechando la luz que entraba por las ventanas.

Pero la luz no volvía. Las pizarras y libros digitales, de los que habían aprendido a depender, no estaban disponibles. Decidieron que los niños salieran al patio a jugar mientras buscaban la mejor solución. Aunque al principio algunos de los pequeños se asustaron un poco, en cuanto vieron que era momento de juegos, carreras y risas, todos se lanzaron felices a disfrutar de la mañana.

A la hora de comer, surgió otro problema: sin electricidad, la cocina no pudo preparar todo el menú. Les sirvieron pan, fruta, leche y yogures. Aunque había menos comida de lo habitual, los niños no perdieron el ánimo. Comieron entre risas, medio a oscuras, y muchos terminaron antes para salir corriendo de nuevo a jugar.

Conforme avanzaba el día, las familias fueron recogiendo a los alumnos poco a poco. Pero Leo y Clara seguían en el colegio. Las monitoras, aunque se notaban preocupadas, hacían lo posible por mantener la calma y seguían proponiendo juegos para entretener a los que quedaban. Leo, más pequeño, preguntaba por su mamá de vez en cuando. Clara, en el papel de hermana mayor, le decía que seguro que no tardarían en venir.

En un momento dado, vieron aparecer a su madre. Venía caminando, sudorosa, cargada con bolsas. No había podido sacar su coche del garaje del trabajo, que quedaba bastante lejos, y le había tocado hacer buena parte del camino andando. Les sonrió al verlos y les explicó que tendrían que caminar hasta casa, que no funcionaba ni el metro ni los semáforos.

Al salir a la calle, los pequeños vieron que la ciudad estaba patas arriba. La madre les cogió de la mano y, mientras esquivaban coches parados y cruzaban calles atestadas de gente, les repetía: —Todo está bien. Solo hay que tener paciencia.

A pesar del caos, el día era bonito, soleado y suave. De camino a casa, pararon en un parque. La madre sacó bocadillos para merendar. Los niños, hambrientos, se sentaron en el césped. Cristina intentaba usar el móvil de vez en cuando, pero no lo conseguía. Clara, que intentaba escuchar lo que decían los adultos, oyó cómo su madre le contaba a otra mujer que estaba preocupada por su padre, que trabajaba lejos y no sabía nada de él.

Clara, aunque entendió que la situación era seria, decidió seguir jugando con Leo y sus amigos. De algún modo, sabía que todo saldría bien.

Pasado un buen rato, Cristina los llamó: —Vamos a casa. Si papá vuelve y no estamos, se preocuparía.

Caminaron juntos. El cansancio empezaba a notarse en la madre, así que Clara se ofreció a ayudar con Leo, llevándolo de la mano, jugando a carreras para animarlo. Leo se reía, feliz de ver que su hermana hacía que todo pareciera un juego.

Cuando llegaron a casa, el padre todavía no había vuelto. El cielo empezaba a oscurecer. La madre, visiblemente nerviosa pero sin perder la compostura, habló con las vecinas, que le dieron velas para la noche.

Poco después, entre las sombras del atardecer, apareció Ramón. Estaba agotado. Había tardado horas en volver en transporte público, entre autobuses abarrotados y calles colapsadas. Pero traía algo bajo el brazo: una radio a pilas. Se sentaron los cuatro juntos a escuchar las noticias a la luz de las velas.

En la radio se escuchaba a los reporteros hablar desde distintos puntos del país: el apagón era mucho más grave de lo que inicialmente les habían dicho. Aún no se sabía qué lo había provocado, pero estaban trabajando para reponer la electricidad. Llamaban a la calma y aseguraban que en breve volverían a tener luz.

Leo y Clara habían pasado un día entero de juegos y sorpresas. Ahora, con la oscuridad envolviéndolo todo, empezaban a notar el sueño. Se acurrucaron en el sofá mientras sus padres les contaban cuentos para ayudarles a dormir.

De repente, desde la calle, comenzaron a escucharse aplausos. Leo se incorporó de un salto. ¡Las farolas volvían a encenderse! ¡La luz había vuelto!

Sonrieron todos. Había sido un día raro, inesperado, pero también una gran aventura. Y juntos, ayudándose unos a otros, habían conseguido llegar hasta el final.

Ficha técnica del cuento

Resumen

Tras un gran apagón que paraliza el colegio y la ciudad, la familia de Cristina y Ramón vive un día lleno de incertidumbre y solidaridad. Entre juegos en el patio, un largo paseo a casa y la ayuda de vecinos, los hermanos Leo y Clara descubren que, aunque todo cambie de repente, el apoyo mutuo y la paciencia iluminan hasta la noche más oscura.

Valores trabajados

  • Resiliencia
  • Solidaridad
  • Paciencia
  • Cooperación familiar
  • Adaptación al cambio

Motivos por los que es interesante para los niños

Este cuento muestra cómo afrontar situaciones imprevistas con calma y creatividad. Enseña a los niños que, incluso cuando desaparece lo cotidiano (electricidad, transporte, tecnología), pueden encontrar soluciones jugando, ayudando a los demás y valorando la unión familiar.

Relación con el mundo infantil

Los peques conectan con la rutina escolar y familiar: prisas para llegar al cole, dependencia de la luz y la tecnología, el deseo de jugar en el recreo. El apagón rompe esa normalidad, permitiendo que los niños exploren otros recursos (juegos al aire libre, ayuda vecinal) y aprendan a colaborar con padres y hermanos.

Ejercicios prácticos para seguir trabajando los valores en casa

  • Juego simbólico: recrear el apagón en casa usando linternas y juegos de sombras antes de acostarse.
  • Diálogos reflexivos:
    • ¿Cómo te sentiste cuando se fue la luz en el cole?
    • ¿Qué harías si pasara un apagón mientras estás fuera de casa?
  • Manualidad: fabricar una linterna casera con materiales reciclados (botella, papel de aluminio, pilas).
  • Actividad específica: planificar un “día sin pantallas” en familia, usando solo juegos tradicionales y compartiendo historias.

Mensaje para padres

Los imprevistos refuerzan los lazos familiares y enseñan a los niños la importancia de la colaboración y la adaptabilidad. Aprovecha estos momentos para compartir tiempo de calidad, fomentar la conversación y mostrar que, más allá de la tecnología, la empatía y la creatividad nos mantienen unidos.

Frase destacada o moraleja del cuento

"Aunque todo cambie de repente, juntos siempre encontramos la luz."

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