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🪐 Horizontes lejanos 10: Festival de Comunión

🪐 Horizontes lejanos 10: Festival de Comunión

📖 Un cuento para edades de 13 a 16 años.

Tiempo de lectura: 14 minutos.

📝 En el primer aniversario en Veridia-7, la colonia celebra entre transformaciones y misterios.

🗂️ Clasificado en: Cuentos de aventuras - Cuentos para aprender emociones - Cuentos de amistad - Cuentos de ciencia ficción

Mara sostenía la tablet con mano firme, mientras repasaba el informe médico detallado que acababa de recibir. Sus ojos se movían con rapidez por las líneas de texto, asimilando con atención los datos más recientes de las adaptaciones que habían observado en los colonos.

—Ha pasado exactamente una vuelta completa al sol de Veridia-7, lo que equivale a un año y medio terrestre —comenzó Mara, levantando la vista para dirigirse a los otros científicos reunidos en la sala—. Las mejoras fisiológicas de los colonos son evidentes. El iris dorado ha dejado de ser una excepción, se pueden apreciar cambios en la coloración en todos los individuos y es la norma en todos los bebés nacidos aquí. Esto acompaña notables cambios visuales y neurológicos. Los ojos amarillentos han incrementado notablemente nuestra percepción visual, especialmente en condiciones de poca luz, permitiéndonos captar matices que antes eran invisibles, y aumentando considerablemente nuestra capacidad para reaccionar rápidamente a los estímulos visuales del entorno.

Hizo una breve pausa, observando las reacciones atentas de sus colegas, antes de continuar con seriedad.

—La piel de los colonos presenta un leve brillo bajo ciertas condiciones lumínicas, lo que indica cambios celulares profundos y estables. Aquellos individuos que experimentaron heridas por exposición directa a la Veridita han desarrollado patrones intrincados y orgánicos en las zonas afectadas. Estos tatuajes grises parecen responder emocionalmente al entorno y están más pronunciados en sujetos como Aura e Isaac, que fueron los primeros en tener contacto directo.

Mara hizo una pausa para recobrar el aliento y continuar con su exposición.

—A nivel físico, nuestros cuerpos se han adaptado notablemente a la menor gravedad del planeta. Nuestros músculos se han estilizado y tonificado considerablemente, nuestros huesos, aunque han reducido su densidad para compensar la gravedad reducida, han sufrido alteraciones que los hacen más resistentes frente a fracturas o lesiones. Además, hemos crecido significativamente, entre la baja gravedad y la adaptación de la veridita se ha llegado a alcanzar en adultos unos 6 centímetros de más en este periodo, siendo esta diferencia significativamente mayor en niños y adolescentes aún en periodo de crecimiento cuando llegamos, alcanzando en algunos casos un crecimiento de hasta 16 centímetros más que un individuo terrícola.

Una serie de murmullos recorrió al equipo. Todos esos cambios eran tan paulatinos que pasaban inadvertidos en el día a día en la colonia. Ya les costaba recordar las personas que eran cuando salieron de la tierra.

Por otro lado, —Prosiguió Mara — nuestra resistencia cardiovascular se ha incrementado drásticamente, mejorando la oxigenación del organismo en esta atmósfera particular. Nuestros movimientos se han vuelto más gráciles y fluidos, adaptándose perfectamente a las condiciones específicas de Veridia-7. —En este momento realizó una pausa aún más dramática —Pero quizá lo más fascinante y aún difícil de cuantificar es la conexión emocional y sensorial que hemos desarrollado con el planeta. Numerosos individuos reportan ser capaces de percibir sensaciones compartidas con otras especies locales, reaccionando emocionalmente ante situaciones de estrés o peligro que afectan al ecosistema. Esta profunda integración sensorial podría ser la clave para nuestra supervivencia a largo plazo, aunque nos diferencie irremediablemente de nuestra especie original.

Cerró el informe con un movimiento suave de la mano. Sentía la excitación de los compañeros. Aunque su evolución como especie era importante, ese día se estaba preparando el Festival de la Comunión. Una jornada que habían organizado para conmemorar su vuelta al Sol de Veridia, donde tendrían lugar competiciones, concursos, juegos, así como una gran cena y un baile final. Serviría para presentar todos sus avances, a los niños nacidos en Veridia-7 y festejar su conexión con el planeta que los albergaba.

—Id con vuestras familias, hoy es un día para celebrar —añadió con una sonrisa.


En su nueva casa, construida con una aleación brillante de tantalio y veridita, Aura estaba terminando un postre en compañía de Isaac. Las paredes, de un blanco resplandeciente, reflejaban suavemente la luz natural del atardecer.

—¿Crees que les gustará? —preguntó Aura, esparciendo delicadamente bayas esmeralda sobre el postre. Isaac, quien había terminado de preparar una bandeja de vegetales aromáticos, se acercó cariñosamente por detrás, observando su trabajo.

—Estoy seguro de que les encantará —murmuró, rodeándola con sus brazos y dándole un beso suave en el cuello.

Aura sonrió, consciente del calor agradable que sentía en el pecho. Desde que se habían mudado a vivir juntos, parecían haber encontrado cierta estabilidad y calma, disfrutando estos momentos cotidianos juntos.

—La colonia ha quedado preciosa, ¿No te parece? —En realidad, la colonia había quedado impresionante. Derek, junto con otros colonos, habían supervisado cada detalle de la decoración, integrando plantas locales luminiscentes que emitían una tenue luz, creando un ambiente acogedor y mágico. Los padres de Liam habían desplegado sistemas que emitían música envolvente, adaptada perfectamente a la acústica del planeta.

Llevaban todo el día realizando diversas actividades y juegos. En las carreras de Galebres, Alexia destacó como amazona, batiendo a todos los compañeros y Zoe presentó a los Drumek, la nueva criatura domesticada, grande y musculosa con seis patas, similar a un rinoceronte terrestre pero más esbelto y adaptado para transportar cargas pesadas.

—La que está preciosa eres tú —Le contestó Isaac, dándole un beso en la punta de la nariz. Aura llevaba un vestido azul profundo, tejido cuidadosamente con fibras suaves y ligeramente sedosas extraídas de plantas locales. El tejido se adaptaba con gracia a sus movimientos, reflejando discretamente la luz ambiental, generando pequeños destellos casi hipnóticos. Al tacto, la tela resultaba fresca y flexible, ligera como una segunda piel. La falda fluía con delicadeza, aunque podía retirarse fácilmente para revelar unos cómodos pantalones cortos que le permitían moverse con absoluta libertad y seguridad, lista para cualquier eventualidad que el planeta le tuviera reservada. —Date prisa o llegaremos tarde al resto de juegos y celebraciones — añadió dándole una palmada en la nalga, lo que desató una risita juguetona en Aura.


Llegaron justo cuando comenzaba la ceremonia para presentar a los bebés nacidos en Veridia-7. En la zona central, los pequeños descansaban sobre una cama de plantas locales que respondían a su presencia, desprendiendo un perfume dulce y relajante y se agitaban abrazándolos suavemente con sus grandes hojas, acariciándolos con ternura. Aura sintió en su pecho una cálida sensación al observarlo; el planeta reconocía a esos pequeños como parte de él.

A continuación, comenzó la competencia de habilidades físicas. Eran pruebas por parejas en las que tenían que realizar movimientos y saltos casi acrobáticos para llegar los primeros a la meta. Las parejas se juntaban al azar y a Aura le tocó hacer equipo con Soren. Se sonrieron contentos, habían conectado profundamente durante su estancia en la luna, pero no habían tenido oportunidad de hacer nada juntos desde entonces. En cuanto la señal sonó, sus cuerpos respondieron como si fueran uno solo, sincronizando cada movimiento con una fluidez sorprendente. Los músculos se tensaban al unísono, mientras saltaban y giraban ágilmente, esquivando obstáculos con precisión milimétrica. Aura sentía su respiración perfectamente acompasada a la de Soren, como si compartieran un latido común. Al alcanzar la meta en primer lugar, estalló una ovación vibrante que resonó con fuerza, envolviéndolos por completo y elevando aún más la emoción del momento. Aura sintió cómo la adrenalina se extendía cálidamente por todo su cuerpo, aunque esta felicidad duró sólo unos instantes antes de que la mirada enfurecida de Isaac empañara aquel triunfo. Él, desde lejos, le dio la espalda ostentosamente y se alejó perdiéndose entre la gente.

Antes de poder reaccionar, una chica bajita, de pelo lacio y oscuro que tenía los ojos intensamente dorados y la piel especialmente reflectante, como si hubiera estado más expuesta a la veridita que el resto, se acercó a Soren con afecto, tomándole la mano con familiaridad.

—Aura, ella es Nina, mi pareja —presentó Soren con naturalidad.

Aura disimuló su sorpresa y la saludó con calidez, aunque internamente el estómago le dio un vuelco y sintió un desconcierto inesperado. Con delicadeza, se disculpó para ir a buscar a Isaac.

Sin embargo, justo en ese momento, una alarma repentina alertó a todos. Al parecer un umbrax se había metido en el recinto de los galebres.

Los umbrax eran unos depredadores con enormes garras, muy ágiles, que se mimetizaban bien con el entorno. Aura había tenido oportunidad de ver a uno de cerca cuando fue atacada al salir en busca de Nim, su pequeña mascota, pero no se solían encontrar con ellos, puesto que preferían quedarse en su territorio, en la espesura.

La colonia se apresuró en responder, conscientes a través de su nueva sensibilidad de la desesperación y dolor de los animales atacados. Aura pudo sentir el pulso acelerado, sus músculos tensos ante el caos reinante. El umbrax rugía desde el recinto de los galebres, sus garras afiladas brillando peligrosamente bajo las luces artificiales, mientras los animales aterrorizados lanzaban sonidos de angustia que atravesaban a los colonos, resonando dolorosamente en su sensibilidad aumentada. Rápidamente, el equipo coordinado intentó ahuyentar al depredador, pero la tristeza y el dolor compartido al descubrir al galebre herido era tan palpable que Aura sintió una punzada física, como si el dolor se hubiese instalado en su propio pecho.

Intranquila, observó que Isaac no estaba en la zona para ayudar durante el incidente, así que se puso de nuevo en su búsqueda mientras el resto de colonos trataba de recomponerse para continuar con la celebración. Una chica le comentó que lo había visto dirigirse a toda velocidad a un camino que se alejaba de la base.

Recorriéndolo durante un rato, vislumbró a Isaac a lo lejos, en un prado, iluminado por la luz plateada de las lunas, aparentemente colérico, haciendo aspavientos con los brazos, hablando con alguien a quien no reconocía. Isaac finalmente quedó quieto, claramente abatido, y entonces la otra figura se acercó, con dulzura colocó sus manos sobre el rostro de Isaac, obligándolo a mirarla directamente y lo abrazó tiernamente. Aura sintió que se le detenía el corazón, con la impresión absurda de que estaba espiando algo que no debía, una intimidad que no era suya. En ese momento las nubes dejaron pasar rayos de luna que hicieron resplandecer el rostro de quien abrazaba a Isaac: era Zoe.

Aura, con el corazón acelerado, corrió hacia la base buscando a Liam, que conversaba en el centro del festejo, donde habían retomado las celebraciones y el ambiente festivo. Al verla, preocupado por su expresión, Liam la invitó a bailar al ritmo de la música que había comenzado a sonar.

—¿Qué pasa, Aura? —preguntó Liam con calma. Ella se mordió el labio, preocupada.

—Vi a Isaac y Zoe abrazándose —respondió ella inquieta.

Liam suspiró pensativo.

—¿Viste algo más? Un abrazo no significa nada, Aura.

—No. Pero… no parecía un abrazo amistoso.

El rostro de Liam se ensombreció, aunque no quiso dar opiniones.

—No saques conclusiones precipitadas, vamos a seguir divirtiéndonos, ¿vale?

La música suave y envolvente se fundía con las risas y conversaciones relajadas que flotaban en el aire, creando un murmullo reconfortante. Las plantas luminiscentes, estratégicamente colocadas, emitían una luz tenue que parecía respirar al compás de los colonos. Aromas dulces de especias locales y flores recién recolectadas impregnaban el ambiente, combinándose con el frescor nocturno que acariciaba suavemente la piel de Aura, intentando calmar la inquietud que aún persistía en su pecho. A pesar de todo, Veridia-7 brillaba con una belleza sobrecogedora aquella noche.


Mientras tanto, en las instalaciones científicas, Mara estaba reunida con los altos cargos de la base, preocupados por la incursión del Umbrax.

—Es muy extraño que haya decidido acercarse tanto a la colonia. Debemos investigar qué está ocurriendo en la zona selvática. Algo ha debido alterar sus costumbres —dijo Mara con voz firme y preocupada.

La noche cayó finalmente sobre Veridia-7, dejando en todos la sensación clara de que aunque se habían adaptado profundamente a su nuevo hogar, el planeta seguía guardando secretos que aún no comprendían del todo.

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