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🚲 Pedaleando en el tiempo: rumbo a las carabelas

🚲 Pedaleando en el tiempo: rumbo a las carabelas

📖 Un cuento para edades de 9 a 14 años.

Tiempo de lectura: 12 minutos.

📝 Un misterioso plano lleva a los primos a vivir una nueva aventura en el pasado.

🗂️ Clasificado en: Cuentos de aventuras - Cuentos de ciencia ficción - Cuentos sobre la familia - Cuentos de fantasía

El verano volvió con su promesa de sol, libertad y secretos por descubrir. Como cada año, los cuatro primos regresaron a la casa del abuelo, un lugar donde el tiempo parecía detenerse entre las hileras del huerto y el canto lejano de los grillos al caer la tarde.

Silvia, la mayor, había cambiado desde el verano pasado. Ahora tenía catorce años y, al saberse mayor que el resto, había desarrollado un fuerte sentido de responsabilidad sobre sus primos. Después de lo que vivieron en Egipto, se prometió a sí misma que no volverían a meterse en líos. Así que estableció una regla firme: prohibido volver al cobertizo.

—Ni una bicicleta, ni una vuelta al pasado, ni un susto más —repetía, como un mantra, vigilando a sus primos como si fuera su capitana.

Pero Carlos y Luis seguían ávidos de aventuras. Cada tarde, cuando el abuelo dormía la siesta, los dos se colaban al cobertizo para revisar los tesoros que estaban allí escondidos. En una ocasión encontraron la caja de recuerdos del pasado que escondía el abuelo en un rincón: monedas de otras épocas, objetos extraños, escarabajos y demás amuletos. Pero lo que más le fascinaba a Carlos era un fragmento de plano, dibujado con tinta desvaída sobre pergamino, que mostraba el esqueleto de un barco de madera. No tenía título, ni firma, solo trazos perfectos y líneas con anotaciones en castellano antiguo.

—Esto tiene pinta de ser el plano de un barco —decía a Luis, mostrándole el dibujo—. ¿Qué tipo de embarcación construirían y a dónde irían? ¡Tenemos que descubrirlo! —añadía, con los ojos brillando de emoción.

Pero Luis no se atrevía a desobedecer a su prima y correr los riesgos de una nueva aventura.

Pasaban los días entre baños en el lago, trabajos en el huerto y paseos por el monte. Una noche, el abuelo anunció que debía ir al pueblo temprano al día siguiente y pasaría la noche fuera. Tenía asuntos importantes que resolver, así que les dejaría comida suficiente y las llaves de la casa. Silvia asintió con seriedad. Carlos también, aunque en su mente ya se dibujaba el plan.

A la mañana siguiente, cuando Luis despertó, la cama de Carlos estaba vacía. Solo había sobre la almohada el trozo del plano, cuidadosamente doblado.

—¡Se ha ido! —gritó Luis al entrar en la cocina—. ¡Carlos ha cogido una bici!

Silvia palideció. Carolina, aún con el pijama puesto, se frotó los ojos.

—¿Está en el bosque?

—No. Se ha ido en el tiempo —dijo Luis, mostrando el pergamino.

Silvia dudó. Su instinto le gritaba que se quedaran. ¿Qué pasaba si no aparecían en el mismo momento que él? O incluso si lo encontraban, ¿serían capaces de volver? Pero el miedo a que Carlos estuviera atrapado en algún pasado peligroso la empujó a actuar.

—Vamos a buscarlo. ¡Ya!

Corrieron al cobertizo. Efectivamente, una bicicleta faltaba. Sin perder más tiempo, los tres montaron las suyas, descendieron la cuesta del bosque y, de nuevo, el torbellino de hojas, viento y luz los envolvió. 

Aparecieron entre callejones empedrados, con casas de fachadas blancas y balcones de hierro forjado. El aire olía a sal, pescado, estiércol y madera húmeda. Al fondo, se oían martillazos, voces enérgicas y el golpeteo rítmico de herramientas contra madera.

—¿Dónde estamos? —preguntó Carolina, aún mareada por el viaje.

Luis se encogió de hombros.

—Estamos en algún pueblo costero —susurró—. Pero claramente no de nuestra época...

A su lado había un callejón lleno de trastos y comprobaron, aliviados, que bajo una gran lona estaba la bicicleta de Carlos. Escondieron las demás y se prepararon para buscarlo. Pero, ¿por dónde empezar?

Entonces vieron que subía la calle con bastante prisa un muchacho de su edad, con un pantalón remendado, camisa amplia y cabello revuelto por el viento. Él los miró de arriba a abajo y se acercó.

—¿Buscáis algo? —preguntó sin hostilidad.

—Estamos buscando a nuestro primo. Se llama Carlos y no es de por aquí —explicó Silvia.

El muchacho asintió con la cabeza.

—Yo he estado con él. Fue detenido por los soldados del puerto. Decían que andaba espiando en los astilleros, por el aspecto de sus ropajes. La villa está muy revuelta últimamente. Hay espías, rumores, tensiones con los nobles, y cualquier extraño levanta sospechas. Con todo el dinero que se está invirtiendo en este viaje, la suspicacia está a la orden del día. Iba a buscar ayuda.

—¿Un viaje? ¿Quién eres tú? —preguntó Carolina.

—Alonso. Mi padre trabaja construyendo naves para la Casa de Contratación. Yo a veces llevo herramientas o hago recados. ¡Venid conmigo!

Corrieron tras él por calles estrechas hasta llegar a los astilleros, donde una enorme carabela en preparación se alzaba sobre las aguas. Los primos se detuvieron, boquiabiertos.

—¡Esa es como la de Colón! —susurró Luis.

—No es como la de Colón —corrigió Alonso con orgullo—. Es la de Colón. La Santa María. Aunque en realidad antes se llamaba La Gallega, y era un barco mercante cedido por don Juan de la Cosa.

—¿Quién? —preguntó Carolina.

—El cartógrafo del viaje. Dicen que es quien ha dibujado los mapas que llevarán a las Indias. Es amigo del almirante Colón.

Los ojos de Silvia se abrieron de par en par.

—¿Qué año es?

—¿No lo sabes? Estamos en 1492 —dijo Alonso—. Pronto partirán hacia las Indias. ¡Están buscando una nueva ruta!

—¿Y dónde estamos?

—¡En Palos de la Frontera, chiquilla! ¿Te has golpeado la cabeza o algo?

Luis tragó saliva, sabía que nunca llegarían a las Indias por ese camino, pero harían un descubrimiento mucho más importante. Sin embargo, comprendía que no podía decir nada.

Alonso los condujo por un pasadizo que bordeaba los astilleros, hasta una pequeña oficina de piedra custodiada por un soldado.

—Carlos está ahí dentro. Yo escuché que quieren llevarlo ante algún alto funcionario. Por suerte, don Juan de la Cosa aún no ha llegado.

—Necesitamos sacarlo antes de que llegue alguien importante —dijo Silvia con determinación.

Se escondieron hasta que el guardia se distrajo con un grupo de marineros que discutían sobre el cargamento. Alonso señaló una ventana abierta.

—Entrad por ahí. Yo distraeré al soldado.

Silvia y Luis treparon y ayudaron a Carolina a pasar. Dentro, Carlos estaba sentado en un banco, atado con una cuerda.

—¡Sabía que vendríais! —exclamó, sonriendo pese a la situación.

—Eres un inconsciente —le soltó Silvia, mientras lo desataba.

—¡Pero has venido! —bromeó él.

Se abrió la puerta trasera de golpe, era Alonso que les hacía señas para que se dieran prisa. Pero no contaban con un segundo guardia, que los descubrió.

—¡Alto ahí!

Corrieron por los callejones hasta perderse en un grupo de niños que jugaban con peonzas de madera.

Alonso los condujo a su casa, un modesto taller lleno de telas enrolladas, agujas largas y grandes cestas con cáñamo. Su madre, una mujer de ojos amables, los escondió en el sótano. Al rato, cuando pasó el peligro, los invitó a salir.

—No es la primera vez que mi hijo se mete en líos por ayudar a forasteros —dijo, guiñándole un ojo a Silvia.

—¿Usted trabaja aquí? —preguntó Carolina.

—Sí, hija. Yo coso las velas para las carabelas. Cada puntada tiene que estar bien hecha, o el viento no perdona.

Al atardecer llegó el padre de Alonso, con las manos manchadas de brea y el rostro cansado por el trabajo. Al ver a los niños, frunció el ceño, pero luego soltó un suspiro, se lavó las manos en un pilón lleno de agua y se sentó junto a ellos para cenar.

—¿De verdad no sabéis lo que está pasando? —preguntó con voz grave mientras masticaba un pedazo de pan—. Los Reyes Católicos han financiado un viaje que podría cambiar el mundo. Colón ha estado años negociando su proyecto, y muchos no creen en él. Algunos dicen que es un loco, otros que es un genio. Pero ha convencido a la reina Isabel, y eso lo ha cambiado todo. Las riquezas de Asia, las especias, el oro... todo eso podría llegar por una nueva ruta. Si tiene éxito, cambiará la historia. Pero si fracasa...

Se quedó callado un momento, mirando a través de la ventana.

—Aquí todos trabajamos con esperanza, pero también con miedo. No todos están de acuerdo. Algunos temen que sea dinero tirado al mar.

Esa noche, Alonso les mostró planos de navegación, herramientas de carpintería naval y trozos de madera usados en las carabelas.

—Roble del norte, pino gallego, brea para sellar las juntas. Todo lo que flote y aguante tormentas —explicó con entusiasmo.

En una caja de herramientas, Carlos vio algo que le hizo contener el aliento: una pieza casi idéntica al plano que había encontrado en el cobertizo del abuelo.

—Esto... esto completa el fragmento que tenía mi abuelo —susurró.

Alonso se encogió de hombros.

—Lo encontré en el puerto hace meses. Si te sirve, es tuyo.

Carlos lo aceptó con solemnidad. Era más que un trozo de papel; era un vínculo entre tiempos, un testimonio del viaje.

Al amanecer, mientras se preparaban para regresar, desde la ventana del taller vieron llegar a un hombre con la cara redondeada, porte altivo y con un marcado acento de otro lugar, con un grupo de oficiales que lo escoltaban. Alonso los señaló en voz baja.

—Ese es el almirante Colón.

Los primos lo observaron en silencio, sintiendo la historia pasar ante sus ojos.

Sin embargo, no había tiempo que perder, debían regresar a su tiempo antes de que el abuelo volviera a casa y los echara en falta. Se despidieron de Alonso con abrazos sinceros. 

—¿Volveremos a vernos? —preguntó él.

—Quién sabe... —dijo Silvia, con una sonrisa enigmática.

Buscaron una cuesta empedrada y montaron sus bicicletas. El viento volvió a girar, las casas se desdibujaron y, en un suspiro, estaban de nuevo en el bosque.

Entraron en casa justo cuando el abuelo regresaba. Nada parecía haber cambiado, pero sus corazones latían con la fuerza de lo vivido.

Esa noche el abuelo fue al cobertizo. Rebuscó entre los objetos y encontró el nuevo plano, completo por primera vez. Una sonrisa asomó a su curtido rostro.

Suspiró, cerró la caja y colgó la llave en su sitio.

Y aunque no dijo ni una palabra, sus ojos brillaban con la certeza de que la aventura apenas acababa de empezar. 🌍🚲✨

Ficha técnica del cuento

Resumen

En esta nueva aventura, los cuatro primos regresan a la casa del abuelo para disfrutar del verano, pero un misterioso plano los lleva a romper la promesa de mantenerse alejados del cobertizo. Cuando Carlos desaparece, sus primos lo siguen y acaban en Palos de la Frontera, Huelva, en 1492, justo en los días previos a la partida de Colón hacia lo desconocido.

Valores trabajados

  • Responsabilidad
  • Trabajo en equipo
  • Valentía
  • Lealtad
  • Curiosidad histórica

Motivos por los que es interesante para los niños

Este cuento combina el misterio y la aventura con una ambientación histórica real, ideal para despertar la curiosidad sobre el pasado. Fomenta el pensamiento crítico, el valor de la cooperación y el sentido de responsabilidad ante las propias decisiones. Además, conecta con la necesidad de explorar, tomar riesgos y asumir consecuencias, aspectos muy presentes en la preadolescencia.

Relación con el mundo infantil

Los personajes viven experiencias similares a las que enfrentan muchos niños y niñas en esta etapa: la necesidad de autonomía, el conflicto entre seguir normas o explorar lo desconocido, la importancia de la amistad y el vínculo con los abuelos. El relato también refleja la dinámica entre hermanos y primos, y ese deseo de aventura que muchos sienten en vacaciones.

Ejercicios prácticos para seguir trabajando los valores en casa

  • Juego simbólico: Representar con muñecos o dibujos la escena de la huida en Palos de la Frontera o la construcción de la carabela.
  • Diálogos reflexivos:
    • ¿Qué habrías hecho tú si tu primo hubiera desaparecido?
    • ¿Te habrías atrevido a montar en la bici mágica?
    • ¿Qué opinas de que Colón fuera considerado loco por muchos?
  • Manualidad: Construir una maqueta sencilla de una carabela con cartón reciclado o diseñar un plano antiguo al estilo pergamino.
  • Actividad específica: Crear una "caja del tiempo" con objetos significativos de hoy para imaginar cómo se verían en el futuro.

Mensaje para padres

A través de la ficción histórica, los niños pueden entender que cada decisión, grande o pequeña, forma parte de un relato mayor. Este cuento invita a hablar en familia sobre el impacto del pasado en nuestro presente y sobre cómo la curiosidad y el deseo de aprender pueden convertirse en motores de transformación.

Frase destacada o moraleja del cuento

"Cada puntada tiene que estar bien hecha, o el viento no perdona."

Enlace para profundizar

Este cuento forma parte de la saga Pedaleando en el tiempo. Si quieres seguir explorando historias que combinan historia, emoción y aventuras en bici, visita Runruneando.

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