📖 Un cuento para edades de 12 a 16 años.
⏳ Tiempo de lectura: 9 minutos.
📝 Una expedición se convierte en una experiencia inolvidable de supervivencia y descubrimientos.
☀️ El sol anaranjado de Veridia-7 bañaba los bosques con una luz suave, que se filtraba entre las hojas de árboles altos y extraños, cuyas copas formaban patrones imposibles. Varias de las lunas del planeta se distinguían vagamente en el cielo, incluso a plena luz del día, como un recordatorio constante de que aquel lugar no era la Tierra. El grupo de exploradores avanzaba en silencio relativo, acompañados por los profesores, cuyas voces interrumpían ocasionalmente el murmullo natural con indicaciones o datos sobre las especies que iban encontrando.
Cada 15 días, organizaban una expedición con un grupo de adolescentes interesados en disfrutar de la naturaleza, recolectar información para los científicos y compartir experiencias lejos de las instalaciones de la base.
Isaac caminaba detrás del grupo, con su cabello oscuro ligeramente ondulado despeinándose con la brisa y el sudor acumulado en la frente. Su físico atlético le permitía cargar sin esfuerzo la mochila llena de dispositivos y suministros. Seguía siendo de los más altos del grupo, con una complexión cada vez más robusta, una mandíbula que comenzaba a definirse y ojos profundos que a veces se posaban de forma fugaz en Aura, que, como siempre, parecía no notar su mirada. Ella iba unos pasos más adelante, con Liam y una nueva amiga, Alexia, distraídos charlando y observando cómo los colores cambiaban en el follaje bajo la luz.
🌲 Los exploradores llegaron a una pradera rodeada de árboles altos, donde los profesores decidieron montar el campamento. Tres de los monitores se pusieron a organizar la zona en la que dormirían, extendiendo las Exo-Tent, las tiendas de campaña en las que dormirían esa noche. Mientras, el último monitor preparaba, con ayuda de Isaac, cerca de un claro el equipo con el que podrían estudiar las lunas con más detalle. Durante la noche, todos se reunieron para observarlas con los telescopios portátiles, conectados a una base de datos que les indicaba nombres y características. Aura se tumbó sobre la hierba, respirando el aire fresco y dejando que la inmensidad del cielo la envolviera. Cerca, Isaac la observaba de reojo, deseando poder romper la barrera de las pocas palabras prácticas que intercambiaban habitualmente.
Al amanecer, emprendieron el camino hacia la montaña. La subida comenzó fácil, pero la pendiente se hacía más exigente a medida que avanzaban. Cuando llegaron a la cumbre, pasearon por la zona, fascinados por el paisaje. El sustrato no coincidía con lo que las sondas habían identificado inicialmente, así que se pusieron a recoger muestras para llevar a analizar. Aura se adelantó para explorar un saliente, disfrutando del frescor de la tarde. Isaac la siguió, manteniéndose a cierta distancia. Desde aquella posición podían ver un horizonte casi interminable, cubierto por un manto de árboles que se extendía hasta donde la vista alcanzaba.
—Es impresionante —murmuró ella, más para sí misma que para él.
—Sí... lo es —respondió Isaac, acercándose, aunque su mirada no estaba en el paisaje, sino en ella.
⚠️ Un grito rompió la tranquilidad. Ambos se giraron hacia el grupo. Alexia tenía una pierna hundida en la tierra y el monitor que la estaba ayudando empezó a avisar que el terreno parecía ser hueco. Antes de que pudiera reaccionar, el suelo bajo los pies de Aura cedió. Todo ocurrió en un segundo: el polvo en el aire, el sonido hueco de las piedras cayendo, el grito ahogado de Aura. Isaac saltó para sujetarla, pero sus pies se hundieron también y ambos desaparecieron en la oscuridad.
🌫️ Aura se vio arrastrada por un espacio casi vertical, golpeándose y tragando polvo, intentando asirse de manera desesperada a las paredes, que se deshacían en sus manos. Finalmente, sintió cómo frenaba pesadamente contra el suelo, enganchándose el pie en una grieta y soltando un aullido de dolor. Seguían cayendo piedras sobre ella hasta que con un sonido sordo, el cuerpo de Isaac aterrizó prácticamente sobre ella. La tenue luz que se filtraba por el hueco por el que habían caído apenas iluminaba las paredes de roca y un polvo gris que flotaba en el aire. Apartó como pudo el cuerpo inmóvil de Isaac para intentar incorporarse y comprobar que respiraba. Lo giró como pudo y notó algo viscoso al tocarle la cabeza.
—Vamos, Isaac... despierta... —susurró con voz temblorosa, mientras intentaba buscar en la mochila que él aún tenía enganchada, algún dispositivo útil.
Encontró una pequeña lámpara que llenó el espacio con una luz azulada y sacó el escáner médico portátil. Con manos temblorosas lo pasó sobre la herida de Isaac, que determinó que no parecía ser grave. Siguiendo las indicaciones del aparato, limpió y cerró con un adhesivo quirúrgico. Apenas terminó, él comenzó a moverse, y Aura dejó escapar un suspiro aliviado.
—¿Qué... qué ha pasado? —preguntó Isaac con la voz ronca.
Aura le ofreció agua, pero él se atragantó al beber. Tras calmarse, sus ojos se encontraron, y por un momento, el espacio reducido pareció hacerse aún más pequeño.
🦶 Isaac intentó liberar a Aura, pero cada vez que manipulaba su pierna, ella gritaba de dolor. Trató de pasarle el escáner, pero tenía el pie bastante enterrado y el sustrato contenía algún tipo de material que interfería en la capacidad de lectura del aparato. Decidieron esperar, confiando en las balizas activas de sus trajes, pero el tiempo pasaba lento y la ayuda no llegaba. Isaac inspeccionó las galerías, buscando una salida, pero ciertas señales le indicaban que algo habitaba allí. No quería alarmar a Aura, pero un sonido lejano y gutural confirmó sus sospechas.
—No podemos esperar más —dijo con firmeza, acercándose a ella. Aura, pálida y sudorosa, apenas pudo asentir.
Con esfuerzo, Isaac consiguió liberarla de la grieta. Ella gritó de dolor, pero él no se detuvo hasta sacarla. El escáner confirmó lo que temía: tenía el tobillo roto. Sin perder más tiempo, la incorporó sujetándola de la cintura. Aura, incapaz de apoyar el pie, se aferró a su cuello mientras avanzaban a trompicones por las galerías.
Un nuevo sonido les heló la sangre, más cerca esta vez. Isaac cargó a Aura en sus brazos, que trató de sujetarse con la máxima tensión para pesar lo mínimo posible. Guiándose por el aire más fresco que indicaba el escáner, Isaac apretó el paso. Cuando por fin vieron luz al final de un estrecho túnel, Isaac excavó desesperado hasta que el agujero fue lo bastante grande para que Aura pasara y la empujó por la abertura. Ella se giró, suplicando que él también saliera, pero el hueco era demasiado estrecho.
En ese instante, las voces de los adultos llegaron desde detrás de los árboles. Habían podido rastrearlos cuando se acercaron a la superficie. Con un último esfuerzo, lograron sacar a Isaac mientras un animal enorme y desconocido se abalanzaba desde las sombras. Las armas disuasorias lo alejaron, y el grupo se apresuró a regresar al campamento.
🩹 Ya en el módulo médico de la base, trataron a Aura, que sólo tenía ojos en cómo atendían las heridas de Isaac. Por primera vez, lo miró de un modo distinto. A pesar del dolor y el miedo que había sentido, algo dentro de ella había cambiado. Él se giró y, al encontrarse con su mirada, esbozó una sonrisa tímida que parecía decirlo todo sin necesidad de palabras.
Durante una expedición en Veridia-7, Aura y su compañero Isaac quedan atrapados tras un derrumbe en una cueva. Unidos por la necesidad de sobrevivir, enfrentan desafíos físicos y emocionales, descubriendo el valor del trabajo en equipo y la fuerza de sus vínculos. La aventura, llena de tensiones y peligros, deja una marca imborrable en ambos jóvenes.
Los niños pueden identificarse con la sensación de explorar lo desconocido y enfrentarse a decisiones difíciles. Además, el vínculo entre Aura e Isaac destaca el impacto positivo de la colaboración y el apoyo mutuo.
Este cuento resalta la importancia del trabajo en equipo y la resiliencia en situaciones adversas. Además, invita a reflexionar sobre cómo las experiencias compartidas fortalecen los vínculos entre los niños, fomentando empatía y gratitud.
"A veces, los mayores desafíos revelan el valor y la conexión que llevamos dentro."